“Arosa, una isla cien por cien” é un artigo publicado en 1935 na revista Eco de Galicia (La Habana), no que o xornalista galego Laureano Santiso Girón conta as impresións que lle produciu a illa e as súas xentes. O relato semella o dun explorador que entra en contacto cos indíxenas desde unha suposta superioridade, pero tamén denuncia a falta de investimento público e defende, xa daquela, a creación dun concello propio. “Afán de excesiva insularidade”, “patética mansedume” e “cidadáns sumisos ata a saciedade” son algúns dos trazos cos que describe o carácter dos arousáns. O artigo orixinal na versión en papel pode consultarse na Biblioteca Xeral da Universidade de Santiago.
Arosa, una isla cien por cien
La isla de Arosa nos extiende los festones barbudos de sus pinares y las calvas de sus playas, como manos palmas arriba. Y, sobre el único borde que parece invisible, nos descubre de improviso sus 3.500 habitantes, ocultos como si fueran una formidable banda de contrabandistas. Todo en un alarde de aislamiento acendrado y en un afán de excesiva insularidad que armoniza con el olvido que por los isleños se siente en cualquier punto de la orilla continental.
Sin embargo, la isla nos recibe con cordial deferencia. Y nos presenta sus cien callejuelas breves y animadas en las que numerosos perros duermen al sol como descansando de la fatiga de haber ladrado toda la noche a la luna. Las viviendas son blancas, menudas y pintorescas, carecen de la más elemental higienización y, en cada una de ellas –señor inspector provincial de Sanidad-, hay casi siempre un marinero aparentemente fornido que se muere de tisis como una frágil Dama de las Camelias.
No hay una fuente pública en toda la isla. Sólo existe una casa con W.C. Hay dos cafés y un salón de cine. El cine invadió la isla antes que el primer W.C.
Pues bien, anualmente los isleños pagan solamente de arbitrios municipales, al Ayuntamiento de Villanueva de Arosa, unas ocho mil pesetas. Y, de impuestos al Estado, unas cincuenta mil. Con lo cual se calcula que se podía sanear completamente la isla de una sola vez.
Teniendo en cuenta estos datos, no sorprenderá mucho lo que nos dijo el jefe de los socialistas isleños: "Si hay agrupaciones humanas –nos dijo- condenadas a parecerse a un rebaño de ovejas, esta que habita la isla está condenada a ser de un parecido pasmosamente exacto".
En efecto, si la isla, que es naturalmente una "entidad menor", tuviese un órgano de administración propio, rudimentario y antiburocrático, podría sentirse tan libre e independiente como un diminuto Estado. Pero no es así.
En premio a la patética mansedumbre de los isleños, ni la más ligera sombra de autoridad coercitiva empaña el libre albedrío de aquellos 3.500 ciudadanos ejemplares y sumisos hasta la saciedad. No hay en la isla ni Guardia Civil, ni Carabineros, ni agente policiaco alguna. Ni hubo nunca necesidad de ellos. El viejo médico de la isla cuenta que no recuerda haber curado, durante su larga práctica profesional, una lesión producida en riña. Y la ley moral de los isleños arosanos es tan fuerte e ineludible como la ley de la gravedad, a nadie se le ocurre allí robar, por lo mismo que a nadie se le ocurre derrumbar la casa para que se le caiga encima.
Los marineros rubios y pálidos de la isla nos relatan sus largos cruceros a Islandia o a Rusia. Los que fueron a Rusia traen un sarampión de ideas proletarias que sintetizan infantilmente en manifestaciones como estas: "En Leningrado la gente anda en tranvía gratuitamente". "Los rusos van todos vestidos con el mismo lujo".
Uno de estos marineros nos dice tranquilamente que conoce mejor el puerto de Riga que el de Villagarcía, la isla cien por cien, rodeada de olvido por todas partes, sin que el Estado haya extendido hacia ella otra mano que la del recaudador de contribuciones.
L. Santiso Girón
(Artigo publicado na revista Eco de Galicia, nº 376, La Habana. 1935)
pois eu non vin o do ciño, é e un apodooo ben conocido. Pola xunventude. Viva a illa!
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